sábado, 28 de mayo de 2011

Duelo en Geonosis (Karix vs. Iona, Star Wars Fanfic)

Corrían tiempos difíciles en la Galaxia, y en la Orden Jedi. Iona, una joven Maestra Jedi, había sido enviada a Geonosis a luchar en la batalla que los separatistas habían iniciado en aquél planeta terroso y anaranjado al mando del Maestro Yoda. Llevaba bastante tiempo enfrentándose a los droides comandados por los separatistas cuando, en una chimenea de ventilación de una de las construcciones, vio un rostro familiar. El joven rostro de quien ella entrenaba, y que la había abandonado tiempo atrás, seducido por el poder del Reverso Tenebroso.

Se abrió paso a través de los droides enemigos, a golpe de sable láser y blaster, pero la mirada de su antiguo alumno conseguía abrirse paso en sus pensamientos, atrayéndola a aquél hueco apartado de la batalla principal. Tenían algo pendiente tiempo atrás, y aquél día debía solucionarse. No podían demorar más el reencuentro.

Entró en la construcción, que por fuera cualquiera presumiría que era un gran nido de termitas, y subió por los corredores oscuros, iluminados por la luz anaranjada del exterior y las débiles lámparas. Era simplemente un pasillo auxiliar de las grandes factorías de droides de su interior, y no parecía excesivamente transitado. Si él quería un duelo mano a mano y sin interrupciones, era el lugar perfecto.

Pronto se abrió ante ella la extensión de una sala de mando que dominaba la gran planicie donde se libraba la gran batalla. El gran cristal blindado se había hecho añicos en alguno de los catastróficos golpes de blasters, droides y naves, incluso se veían los restos de alguna pieza lanzada por Sith y Jedi en su uso de la Fuerza. Y ante ella, Karix.

Estaba cambiado, como cambiaban todos los seguidores del Lado Oscuro. Su piel había empalidecido de forma casi mórbida, y sus ojos, antaño oscuros y profundos, reflejaban un odio rojizo y sanguinolento, enfermizo, hacia la que fue su maestra. Iona alzó la mirada hacia quien fue su más querido padawan, y suspiró, mientras el joven se arrojaba a ella con el sable rojo, dispuesto a descuartizarla de un solo golpe. La Maestra liberó la hoja azul, que contrastaba con el rojo de sus propios cabellos trenzados, y tras un par de golpes que hicieron saltar chispas, hirió a Karix, sin ira, sin miedo. Sólo podía lamentarse por su pérdida. Tratando de ser piadosa con él, alzó la mano hacia el joven Sith y se concentró, rompiendo su fortaleza mental con el uso de la Fuerza, y lanzándole atrás.

-Karix… Has insultado a la Orden, abandonándola, y me has insultado a mí, que cuidé de ti como si de mi hermano te trataras. ¿Qué hice para merecer tu odio?

El joven no le respondió, sólo se limito a gritar mientras blandía su blaster de metal oscuro, sujeto a su muñeca izquierda en un brazal, arrojándole una ráfaga de disparos luminosos que la Jedi desvió con el poder de la Fuerza únicamente con el movimiento de una mano.

-¡¡…Te… Te mataré, Iona!!

La joven pelirroja se adelantó, con un molinete de su sable de luz, desgarrando sus negras vestiduras casi con elegancia, arrancando sangre roja de su pecho ya casi desnudo, mientras él trató de concentrarse en el Lado Oscuro intentando desmoralizar a su antigua maestra con el uso de la Fuerza, pero ésta era una mujer disciplinada, entrenada en la estoica Orden Jedi, y no se doblegó, ni ante su poder, ni ante la visión de su alumno demacrado y herido, que amenazaba con despertar su lástima. Simplemente, alzó su blaster, y disparó, sin pensar, sin reflexionar. Aquello ya le torturaría más adelante, cuando la batalla hubiera pasado y sólo quedase ella en su habitación para llorar su muerte. Observó casi impasible cómo impactaban los disparos en el joven cuerpo de Karix, y tragó saliva, viendo cómo daba algunos pasos atrás, hacia el borde del gran ventanal abierto blandiendo su propia arma a distancia, y disparándola en respuesta. E inmersa como estaba, casi ajena, sólo los impactos la devolvieron a la realidad. Aquél ya no era su alumno. Aquél ya no era Karix. Sólo era un Sith, su adversario, su enemigo. Y estaban en mitad de una guerra.

Dio unos torpes pasos, con una mano sujetándose un disparo en el hombro izquierdo, y alzó la mano, tratando de nuevo de romper el férreo escudo mental del hombre vestido de negro, inútilmente.

-Estoy perdiendo mucha sangre…- Le dijo, sonriendo de medio lado- …Has tenido suerte.

Karix resistió, y concentrándose en su arma caída, hizo retornar su sable láser a la mano como si de un imán se tratara, abandonándose a la Oscuridad de los Sith e imponiéndose a la fuerza luminosa de aquella Jedi en la que un día confió, y trató de atravesarla con la hoja roja sangrienta. Pero Iona no consideró que fuera un final justo para ninguno de los dos, y rodó por el suelo, esquivándole. Enarbolando su sable azul como una llamarada celestial, terminó por arrancarle el sable de su mano, que giró en el suelo. El Sith dio varios pasos atrás, con Iona siguiéndole, apuntándole con su vibrante sable en la mano, que se reflejaba en su verde mirada y su rostro tatuado, y la miró, con una promesa en sus ojos fríos y moribundos, furiosos.

-…Regresaré por ti…

…Y se dejó caer al vacío. Al asomarse, Iona sólo pudo observar como un Caza lo recogía en el aire, alejándolo del campo de batalla. Finalmente, su desenlace se posponía. Pero… ¿Por cuánto tiempo?

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