El otro día cacé un rayo. Llovía a mares, y con una botellita traté de coger agua de lluvia. en ese momento, el rayo cruzó el cielo cargado de iones, y cerré la botella.
Ahora está dentro de la botellita, rugiendo y bramando porque quiere salir. Yo le digo que no, que me ilumine un poco más, pero me temo que sea como las luciérnagas, y se apague cuando lo encierras. Tal vez deba dejarlo ir.
El rayo era veloz, y ahora está parado. El rayo brillaba y ahora ya no emite su luz cegadora.
Un rayo atrapado no es nada.
Esta noche lo liberaré al cielo nocturno, para que siga llenando de luz las nubes y las recorra como un dragón dorado. Tal vez vuelva a las estrellas.
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