jueves, 9 de septiembre de 2010

Camino al Fin del Mundo, Etapa 3

Transcripción del Diario del Camino de Santiago.

Etapa 3, Cornellana-Bodenaya

...Y entonces, llegó el milagro.

Entrando en el bosque, camino a Salas, conseguí cobertura y llamé a mi madre. Ella nos ha prestado dinero suficiente para terminar el Camino. Tras unas sendas un tanto más livianas, tal vez por la alegría, tal vez por hallarnos en un valle, y no sin ver de nuevo las extrañas libélulas azules de alas negras, llegamos a Salas, increíblemente hambrientos. Salas es un pueblo con un precioso casco histórico, donde recientemente inauguraron un albergue.

Como teníamos que seguir la etapa, y el albergue nos quedaba muy lejos, buscamos un sitio donde comer por el Camino, y en la misma plaza del pueblo encontramos CASA PACHÓN, probablemente el lugar donde más comida nos sirvieron en todo el Camino de Santiago. Sopa de ajo, Pote de Berzas, Ensalada de pasta, Arroz a la cubana y pescado con patatas... postre, café y bebida... ¡Sólo 8 euros y medio! El dueño nos dijo que, en cuanto veía que un peregrino entraba por la puerta, le ponía todo el menú sin cobrarle más, porque sabe que venimos hambrientos, y que funcionamos con el boca a boca.

Salimos de Salas con la sonrisa tonta y el estómago lleno, y emprendimos el camino a Bodenayam a través de bosque y veredas, un camino estupendo junto a un río, atravesando los riachuelos formados por los manantiales. Allí nos ocurrió algo extraño. Un hombre nos adelantó con su perro por el Camino, un hombre con pinta de hippie, con barba de chivo y una camiseta del Che. Nos indicó el camino, y nos dijo que la vista la había estropeado el viaducto de la autovía, que le estaban destrozando "su" bosque. Acto seguido, siguió caminando por el mismo sendero que nosotros. El sendero no se bifurcaba hasta llegar a Bodenaya. No volvimos a verlo. Al recordarlo, se nos ponen los peletes de punta. ¿Dónde fue el hippie?

Tras un peligroso tramo de carretera, ascendimos por las obras de la infernal autovía hasta Bodenaya, donde, en el albergue más hospitalario que tuvimos (regentado por el gran Alejandro), nos esperaba la cena, la ducha, cama conjunta y la compañía de nuestros amigos. El hospitalero es un tipo majísimo que cobra la voluntad, y te despierta con música a la hora que quieres, y con el desayuno en la mesa. Las paredes están decoradas con banderas de todas partes y símbolos de todas las religiones, y el espíritu del peregrino rezuma por las grietas de la madera. Dormimos tan estupendamente... que llegó la siguiente etapa XD.

Paula.

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