miércoles, 22 de diciembre de 2010

22 de Diciembre. La Ilusión de todos los años.

¡La suerte, esquiva y juguetona, como un gatito!

Papeletas, décimos, el soniquete de dos niños cantando números y premios. El Gordo. ¡El Gordo!

¿Por qué me dejo llevar por esa vorágine de esperanzas vanas y oropeles? Porque creo en ello. Todavía creo en esa ilusión.

Mis recuerdos son levantarme pronto, o ir hacia el colegio, y escuchar por el camino la radio y el soniquete de los Niños de San Ildefonso (esos niños que, lo siento, pero no crecen nunca. Son siempre los mismos).

Miiiiiiiiiiil eurooooooos....

O, cuando no había clase, ver a mi abuelo sentado en la silla, anotando los premios, casi dormido en la calle Sueca, escuchándolo en la tele. Y pararme a escuchar cómo caía la bolita en la copa de cristal. *Cling* Algo tan difícil de conseguir, de escuchar. Algo que nadie me creía, hasta que un día mi madre dijo, un año, ¡es verdad! Se oye... Como una campanita. Como un cascabel.

Cientocincuentamiiiiiiiiil peseeeeeeetaaaaaaaaas...

Y la gente atenta, el país entero paralizado sólo por esa diminuta pelotita de madera grabada... Que todos esperan que coincida con su número. Su número. Un trocito de papel que vale más que nada, porque es la ilusión de una mañana de invierno. La primera mañana de invierno.

Trescientos millones de pesetas... Tres millones de euros....

¿Ha salido ya, ha salido ya? ¡Este año es madrugador! Todos los años lo es. ¡Ojalá algún año fuera la última bolita, como la guinda del pastel, sólo para aguantar la emoción del sorteo!

Mucha suerte, amigos, mucha fortuna.

Mucha salud a todos.

Y Feliz Navidad a todos.

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